23/10/2016

ACOSO ESCOLAR

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En los últimos días se ha vuelto a poner, una vez más, en el candelero el acoso escolar, también conocido como bullying, a raíz de la aparición en los medios de comunicación dos posibles casos sucedidos en Palma de Mallorca y Sevilla. Los niños siempre han sido crueles, y siempre, en todas las generaciones, ha habido abusones y abusados, por lo que no es nada nuevo que sucedan este tipo de hechos, pero ello no justifica que se produzcan. En la sociedad actual en la que vivimos debemos concienciarnos que debe de producirse una tolerancia cero en relación al consentimiento de estos hechos, sobre todo después de observar cómo afecta a los menores en su desarrollo emocional, y cómo pueden acabar aquellos casos que no reciben un tratamiento adecuado por parte de los padres, los educadores o la administración.

Tanta ha sido la repercusión mediática de los casos, sobre todo del de Palma, que hoy mismo he conocido que a partir del 1 de noviembre se pone en funcionamiento el teléfono contra el acoso escolar, el 900 018 018, destinado a alumnos, familias, educadores y cualquier persona que conozca de algún caso de acoso escolar, siendo las llamadas gratuitas, anónimas, y no aparecen en ninguna factura, siendo atendidas por psicólogos, trabajadores sociales, sociólogos y juristas.

Pero, ¿qué es el bullying o acoso escolar? Su definición la podemos encontrar en numerosa legislación dictada a nivel educativo, pudiendo definirse, según los especialistas, cuando un alumno se ve expuesto de forma repetida y deliberada a un maltrato verbal, físico, y/o psicológico, por parte de un compañero o grupo de compañeros, con el objeto de someterlo, apocarlo, asustarlo y/o amenazarlo, atentando contra su dignidad e integridad física o moral. Este acoso se puede llevar a cabo mediante diferentes conductas tales como comportamientos de desprecio, difamación y ridiculización, coacciones, agresiones físicas y/o verbales, comportamientos de intimidación y amenaza, comportamientos de exclusión y marginación social ,sustracciones, extorsiones, chantajes y deterioro de pertenencias, o bien a través de la  utilización de internet, mensajería de móviles, etc., con intención de hacer daño a través de diferentes procedimientos como envío masivo de correos electrónicos no deseados, difusión de imágenes sin consentimiento del interesado, etc. Por lo tanto para que se produzca acoso escolar es necesario que se produzcan tres circunstancias de forma conjunta: Intención de hacer daño, reiteración de conductas agresivas y desequilibrio de fuerzas entre acosador o acosadores y víctima. Estas circunstancias no son algo que me invente yo, sino que vienen así establecidas en la resolución del 4 de abril de 2006, de la Consejería de Educación de la Región de Murcia.

De todas formas hay que tener en cuenta que penalmente da igual si se ha sufrido acoso escolar o no, porque esa figura delictiva no existe como tal. Es decir, los padres podrán denunciar acoso en su figura penal generalizada, lesiones, amenazas, coacciones, abusos sexuales, o cualquier delito que represente algunos de los actos que forman parte del propio acoso escolar, pero no el acoso escolar, ya que no existe como delito en el código penal español. Aunque se ha debatido mucho sobre ello, no existe una figura penal que englobe y defina ese tipo de actos, sino que se produce un concurso de delitos que englobaría muchos de los citados anteriormente.

Y ahora que ya sabemos lo que es el acoso escolar viene el kit de la cuestión: cómo detectar un caso en mi entorno, cómo combatirlo y qué hacer con los hijos. En primer lugar hay que intentar detectar el caso, y para ello es necesario que conozcamos a nuestros hijos. La mayoría de las veces los niños no comunican a sus padres que reciben insultos, que le llaman gordito, que se burlan de su forma de vestir, que le han quitado la comida, o en los casos más graves, que le han agredido físicamente. Con independencia de los síntomas visibles propios de agresiones físicas, llegando a casa de forma frecuente con rasguños o pequeños hematomas, hay que intentar detectar los cambios de actitud de los hijos, presentándose estos de diferentes formas en el menor, tanto con cambios de humor agravados, volviéndose más irritables o violentos, como con cambios de actitud dirigidas hacia la introversión del chico. También afecta a su actitud ante el colegio, ya que presenta excusas para no ir al colegio, desarrollándose en ocasiones síntomas psicosomáticos, presentándose estos a través de dolores de cabeza o de estómago no reales médicamente, presentando además posibles cambios alimenticios. A todo ello hay que unirle que su vida social disminuye ante la situación de aislamiento respecto al resto de compañeros, por lo que cada vez va con menos amigos o tiene menos invitaciones a cumpleaños o celebraciones, extrapolando ello también al ámbito escolar, no deseando ir a excursiones o clases extraescolares, lo que al final desemboca en un aislamiento continuo del niño y una bajada del rendimiento escolar.

Y por último mucho cuidado del niño en las redes sociales. Vigilen sus entradas en el ordenador, en el móvil, y el uso que le esté dando a las redes sociales, porque, aunque hoy en día pueda sonar autoritario, se deben controlar los mensajes de niños y el uso que estos le dan a facebook, twitter, o cualquier aplicación de las que hoy está de moda entre los niños. Cada vez es más habitual el conocido como cyberbullying, o lo que es lo mismo, que el acoso se de a través de estas redes o la web, produciéndose un daño psicológico mucho mayor, ya que la relevancia que puede tener una imagen, un insulto o un mote, es inmensa en comparación con hechos aislados. Hay que tener en cuenta que mientras que en el patio del instituto o el colegio se puede producir un insulto, un daño al menor, este llegará sólo al grupo de personas que haya alrededor, mientras que un simple whatsapps insultando, un mensaje de facebook con un montaje fotográfico mínimo, un snapchat agravando defectos físicos del niño, o cualquier mensaje despectivo en cualquiera de las redes sociales de hoy en día, llegará en un segundo a cientos de personas, por lo que la relevancia es inmensamente mayor.

Una vez que hemos detectado que el niño pudiera estar siendo víctima de acoso escolar, hay que ponerlo en conocimiento del centro escolar, para que se tenga seguimiento por parte del profesorado y se acentúe la vigilancia sobre los niños, tantos acosado como acosadores, para intentar confirmar la situación, y en su caso detener cualquier tipo de agresión o abuso, debiendo de informar de forma inmediata a la inspección de educación, a los padres de los otros menores, y poner a disposición del niño los servicios profesionales de orientadores y psicólogos del centro.

Es en este momento donde se produce la mayor confusión por parte de los padres, ya que en muchas ocasiones no se tiene la misma perspectiva por parte del profesorado y de los padres; lo que para unos, en este caso los profesores, puede ser una simple riña o diferencia de caracteres entre niños, para otros puede ser un caso de acoso. Y es ahí donde, si los padres tienen una duda razonable de que pudiera tratarse de un caso de bullying, deberían de dirigirse a las fuerzas y cuerpos de seguridad para que pongan en conocimiento del fiscal de menores el caso, y a partir de ese momento se iniciarían los protocolos judiciales del asunto, y se procedería a investigar el caso por parte de policía judicial. Es ahora cuando se corre el fuerte riesgo de sufrir una victimización secundaria por parte del niño acosado, ya que, desde mi punto de vista, no me parecen normales actuaciones tales como mover al acosado del centro, cuando son los acosadores los que tenían que ser desplazados del centro educativo y separados, y de esa forma tuvieran algún tipo de responsabilidad en sus hechos, ya que muchas de las veces son menores de 14 años y, por lo tanto, inimputables penalmente.

¿Y qué pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos a superar estos casos?, pues sin duda mantener la calma y apoyar a los niños, comunicarse con ellos y darles toda la confianza posible para que hablen sobre lo que les sucede, lo que sienten, reforzando su autoestima, remarcando sus habilidades, manteniendo al niño en actividades extraescolares, las mismas u otras, para así no autoexcluirlo socialmente y victimizarlo aún más, sin olvidar pedir ayuda de especialistas para el tratamiento del menor. Además, si los padres de los otros niños son unos padres “normales”, hablar con ellos para que intenten vigilar y redirigir actitudes violentas de sus hijos. No me gustaría ser padre de un niño acosado, nada, pero ser padre de un abusón lo odiaría puede que aún más, y siempre se debe educar a los hijos desde la tolerancia y el respeto a los demás, porque la educación, sin duda alguna, es la vacuna contra la violencia.

 

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