25/01/2020

Inicios y evolución del casco urbano de Águilas (Siglos XVIII-XIX)

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Los años centrales del Siglo XVIII supondrán el nacimiento de la Águilas moderna. El derrumbe de los lienzos de la antigua torre (1754) hizo necesaria la construcción de una nueva. El ingeniero de las obras del Arsenal de Cartagena, Sebastián Feringán, será el encargado de la obra (1756), optando por la realización de una batería defensiva por ser más efectiva.  El duque de Caylus, capitán general de Valencia, bajo cuya jurisdicción se encontraba, dispondrá que además de la fortaleza se realice un poblamiento en el lugar, por lo que Feringán enviará a los ingenieros Manuel Santisteban y Juan Chardenoux para estudiar el terreno y levantar el plano. Idearán una ciudadela pentagonal de carácter militar, complementaria a Cartagena, que será firmado por el propio Feringán (1757).

El proyecto no llegará a realizarse, quedando olvidado. La visita del Conde de Aranda en 1765, entonces capitán general de Valencia, en visita de inspección, cambiará los planes. Este retomará la idea de fundar una población, pero con una finalidad comercial. El ingeniero militar Alonso Ochando será el encargado de levantar el plano que aprobarán las autoridades lorquinas, a quien pertenecía este enclave, siendo ratificado por el coronel jefe de ingenieros Mateo Vodopich. El concejo de la ciudad acordó nombrar a los regidores Diego de Leones y Diego Pérez de Meca para que, con los maestros alarifes Manuel Fernández y Ortega, se desplazaran al Puerto de Águilas para realizar el trazado establecido ese mismo año.

Una vez finalizadas las calles, se acordó nombrarlas: del Rey Carlos en honor del monarca reinante, de Aranda ministro que promovió el proyecto, y de Lorca por ser término de esta ciudad. En el plano se encuentra la Plaza mayor que es la actual Glorieta. Los autores del proyecto Vodopich y Ochando aparecen en el callejero, siendo las actuales Canalejas y Martínez Parra. Otros nombres que encontramos son: los Regidores de Lorca que actuaron de comisarios en representación del corregimiento lorquino, para la demarcación y planta de la nueva población, Diego Leones y Antonio Pérez de Meca, las actuales Calle Castelar el primero y Becerra el segundo. En cuanto al corregidor de Lorca en aquella época, Juan Palanco, también tendrá su nombre, hoy denominada como Quintana, quedando establecido el diseño para del futuro vecindario. Había una línea divisoria con el castillo para establecer la jurisdicción militar que transcurría por las actuales calles Sánchez Fortún y Buen Suceso.

La población tendrá un importante impulso cuando Floridablanca sustituye al Conde de Grimaldi en la jefatura del Gobierno (1776), contando con la colaboración de Antonio Robles Vives que será elegido como superintendente de las obras de la Real Empresa, asignándole la repoblación del lugar (1785). Este realizo una inmensa labor de infraestructuras con la construcción del camino real que venía a Águilas desde Purias por la Cuesta del Grajo y la conducción de agua desde el manantial de Tebar para abastecer el vecindario, figurando como director de los trabajos Jerónimo Martínez de Lara. No detendrá Robles Vives aquí su actividad, siendo un periodo de consolidación y crecimiento urbanístico de la población con las calles de Floridablanca, de Lara, quien fuera arquitecto de la Real Empresa y de la Fuente, actual Sagasta. El padrón municipal de 1788 contiene las siguientes calles: Plaza Mayor, nuestra  Plaza de España conocida popularmente como la Glorieta, Calle Leonés (Castelar/Balart), Calle Floridablanca, Calle del Castillo (Murillo), Calle de Ochando (Martínez Parra), Calle del Rey Don Carlos, Calle Nueva  (Isabel la Católica), Calle del Muelle (Jovellanos ), Calle de Palanco (Quintana), Calle Conde de Aranda, Calle de Lara y Calle de Fuente de Meca (Sagasta) por la Fuente, obra de Juan Villanueva (1785) que abastecía a la población. En esta no aparece de las trazadas inicialmente la de Vodopich, hoy Martínez Parra. La fachada de casas que daba al puerto en lo que hoy es Plaza de Robles Vives, era conocido en un principio como Calle Real, siendo luego la Plaza del Mar. Los últimos años de gestión de Robles Vives se añadirían la del Abad (actual Echegaray), por Manuel Robles, hermano de Robles Vives y Abad de la Colegiata de Lorca, que en la construcción de su vivienda se encontraron las termas romanas (1787), Lorca, hoy Juan Carlos I, y la de la Ermita, que es la Juez de Paz José María Guillen Florenciano, quedando establecida la zona central del núcleo urbano la última década del Siglo XVIII.

No habrá apenas cambios hasta los años cuarenta del Siglo XIX. El primer cuarto será cuando se originen la calle Alta del Caño (Cañería Alta) y Onda del Caño (Becerra), siendo la primera por donde iba la conducción que traía el agua al pueblo desde el acueducto de los Arcos y la segunda por donde se distribuía para regar la huerta. Aparece también la calle de Vera, la que se había trazado como Vodopich, no llegando a tener nunca este nombre, siendo en la actualidad Martínez Parra. Era el camino para la citada localidad. Igualmente se hacen las primeras casas del cabezo de la Guardia (Cuesta del Sol), llamado así porque desde la construcción del Castillo había un puesto de vigilancia en la cima. En el monte del Castillo había algunas viviendas, que partían desde el edificio de la Aduana, al inicio del camino de subida a la fortaleza, lo que luego será calle Triana, por no poder hacerse sobre este límite, por pertenecer a la autoridad militar. También se inicia la calle Jovellanos, que había sido del Muelle en un principio, llamándose con el nuevo siglo del Horno, por estar uno de los primeros que tuvo la población, pasando poco después a titularse calle de Mazarrón, por ser la salida a esta localidad. La calle Nueva (Isabel la Católica) durante un tiempo se llamó de Genant por un comerciante francés que tenia almacenes en esa manzana, dando esta a la Plaza Nueva, actual Plaza de Abastos. En este periodo inicial de la población la calle de Aranda se conoció como del Reloj, perdurando hasta el primer cuarto del Siglo XX, porque en ella se construyó la casa consistorial, con la cárcel y la vivienda del alguacil, habiendo un reloj en la fachada. La calle Balart, que entonces formaba parte de Leonés, se decía como la calle que va a la Ermita, por estar la primera iglesia de la Águilas moderna, y la actual Becerra se le decía calle que va el Horno por tener uno de los más antiguos del vecindario. Por otro lado, Calle Murillo era la calle que va al Castillo. Durante el Trienio liberal (1820-1823), la calle del Rey Don Carlos se llamó Calle Mayor y la Plaza Mayor de la Constitución, por la de 1812. En la etapa absolutista con Fernando VII será la Plaza Real. En 1835 pasó a denominarse Plaza de Isabel II, poniéndose una placa con asistencia del cuerpo de voluntarios de la milicia urbana. Hubo iluminación de calles y fuegos artificiales para solemnizar. Pasado tres años se tituló como Plaza de la Constitución por la aprobada en 1837 en la regencia de María Cristina por el partido progresista, perdurando este nombre hasta la segunda República. La calle de la ermita pasó a denominarse como calle de la Paz, por la finalización de la primera Guerra Carlista (1839) con el conocido como abrazo de Vergara entre los generales Espartero y Maroto. El anuncio del acontecimiento fue celebrado en el vecindario con iluminación general, repique de campanas, colgaduras adornando, corrida de novillos y fuegos artificiales. Con la Regencia de Espartero (1840), la calle Maromeros, por ser lugar donde hacían las cuerdas de esparto, se le puso el nombre del general Isabelino. Habrá también de índole local como Murillo, por el Marques de Murillo, que compró los almacenes de José de Balaguer a su muerte, primeras edificaciones que hubo en la Marina de Águilas, siendo antes calle del Castillo.  Las calles que habían en el censo de 1836 eran: del Mar (Quintana), Onda del Caño (Becerra), De la Fuente (Sagasta), Alta del Caño (Cañería Alta), del Abad (Echegaray), De Lorca, Lara, Polanco (Quintana), Vera (Canalejas), Puerto de Poniente, Plaza de las Verduras, Plaza Isabel II, Floridablanca, Rey Carlos y Conde de Aranda, Leones (Castelar) y del Muelle (Jovellanos) siendo un total de quince.

El descubrimiento del célebre filón Jaroso (1840), en la vecina sierra de Almagrera, supondrá la instalación de sietes fundiciones mineras en este litoral (1843-1847). La consecuencia será un importante incremento demográfico. En esta época aumenta la urbanización de la falda del castillo (San Juan, Triana), limitada por la jurisdicción militar, se terminan las aledañas a la Fuente del Caño (Becerra, Granero, Del Gato, Esparteros, Joaquín Tendero), formando la Plazuela del Caño y la del Granero. Por encima de estas, en el conocido como Barranco de las Palas, por la presencia de esta planta que se usaban como retrete, comienzan las primeras edificaciones (Anzuelo, Lucero, Escaleras, Adarve, Peligros). La calle de Lorca crecerá por el norte y se acaba la Calica, entonces llamada Cala de las Perneras, por ser donde se llevaban las sayas y calzones a lavar dejándose a secar en las rocas. Las peticiones de licencias para edificar aumentan de manera considerable desde 1850. Se crearán entonces nuevas calles en la parte alta de los Alacranes (Niño, Palmera, Venus, Águila), conocido con ese nombre por la abundancia de escorpiones, que se escondían en las piedras; ampliándose la calle Floridablanca y Mazarrón (Jovellanos) al norte, creándose el Placetón. En un principio se conocerá como Plaza de Rosado, porque el contrabandista malagueño Miguel Rosado se había construido una vivienda en el lugar. Por el este a la calle Leonés (Castelar) se conocerá como calle de Marte (actual Juan Jiménez Crouiselles). En el sur de la población se ampliará la del Loro (Isabel la Católica), nombre que venía por tener en un comercio una de estas aves traída por unos marineros, eran entonces dos, denominándose desde la Plaza Nueva (Plaza de Abastos) como de Mayo, por el fin de la segunda guerra Carlista (1849).  Otra que se prolongó es la calle del Mar (Quintana). En el Puerto Poniente comienza a conformarse la de San Antonio (Paco Rabal), Pescadores (Cassola) y la del Arenal (Martínez Parra) donde llegaba la arena de la playa. En la parte de Levante serán varias las que se harán (Aire, Gloria, Zapo, Tino y Buena Vista). Igualmente, se originan las cuevas del Rincón, entre los más pobres sin medios y el conocido como barrio de Jesús en el Charco. En 1855 el municipio apuntaba la necesidad de trasladar el cementerio, que estaba en la actual Glorieta de San José, por quedar el casco urbano en las inmediaciones y ser el sitio de natural ensanche de esta. Habrá diversos cambios de nombres: Polanco (Quintana) se puso del Mar, Onda del caño (Becerra) de los Carros, por ser donde se ponían a esperar los aguadores para cargar las tinajas, Ochando (Martínez Parra) pasa a Arenal, la Nueva (Isabel la Católica), que había sido también Genant, a calle del Loro y el Cabezo de la Guardia es la calle Sol, la popular Cuesta del Sol.

Los años siguientes continúa el crecimiento, aunque habrá un cierto estancamiento con el final de la Guerra de Crimea (1853-1857) que había beneficiado a la población por el incremento del precio de los productos que salían desde el puerto. Igualmente, la minería entra en un proceso de recesión a finales de la década de los cincuenta, cerrando las distintas factorías mineras cuando la copelación de plata deja de ser entable (1862). No obstante, se mantendrá la actividad comercial del puerto con el tráfico de minerales y esparto. La economía local se recuperará con la instalación de las primeras empresas esparteras (1866), haciendo que aumenten después de seis años las solicitudes de viviendas para edificar. La construcción de la Fuente de los Arcos (1865) y del nuevo cementerio (1868) en las lomas de las Majadas desarrollará aquel distrito. Igualmente, por el abandono del Castillo, se inicia la urbanización de la ladera del mismo (Belén, Refugio, Buen suceso). Hacia 1870, una nueva oleada migratoria tendrá lugar con la reconversión de las antiguas siderurgias en fabricas de esparto que demandarán abundantes operarios, siendo cuando se asiente la parte norte del casco urbano por las Asperillas. Para 1877 ya se había llegado a la cifra de ochenta calles. En este momento, se produce el desmonte de la Calica (1878) hacia el Bol para facilitar la actividad económica por el industrial Guillermo Mac-Murray Barber, recibiendo su nombre la nueva vía de lo que hoy es el Paseo de Parra, abriéndose también el paso al Placetón (Joaquín Costa). La prolongación de Carlos III a Levante (Coronel Pareja) se conocerá como calle Berne por residir la familia de este apellido, del que fuera alcalde Juan Berne Gris. Indicar también que la Plaza del Mar, actual Robles Vives, pasó a ser la Plaza del Muelle. Las vicisitudes políticas del momento tendrán espacio en el callejero. La de Carlos III, con motivo de la revolución de 1868 que derrocó a Isabel II, se titulo del Triunfo, y durante la primera República (1873) hubo un intento de designar la Plaza de la Constitución, nuestra Glorieta, como Plaza de la República Federal, a petición de Ramón Quintana, pero quedó en suspenso hasta saber qué tipo de República iba a constituirse. Un cambio significativo será la calle del Abad, actual Echegaray, por Codo, en un periodo de fuerte implantación de la masonería en la población.

Las obras del puerto (1886) y el ferrocarril (1890) producen un crecimiento económico, ampliándose el núcleo urbano por el Norte, formándose el Barrio de San José, llegándose hasta la calle Duelo y Sepulcro, nombres que hacían referencia a ser las ultimas por donde pasaban los féretros de difuntos. El espacio que quedó del antiguo cementerio se convierte en la Plaza de San José, por encontrarse en este distrito. También se edifica en las partes altas en los Alacranes (Tortosilla, Alpera,) y la Calica (Vista Alegre, Oriente, San Marcelino) por no estar los molinos en funcionamiento. Igualmente, comienzan las viviendas en el Cantoné, con la calle Sánchez Fortún. Con la construcción del Puerto aparece la denominación de calle del Muelle, en la actual Jovellanos, hasta el Placetón, desde aquí era Mazarrón. En 1889 la Plaza del Rosado, que ya se conocía por el Placetón, se rotuló como Doctor Fortún, quien se había distinguido especialmente por su labor durante la epidemia de Tifus de 1869.  Por otro lado, la Plaza de la Constitución era conocida por la Placeta, instalándose un jardín con la popular pava de la Balsa (1895) siendo conocida desde entonces por la Glorieta. Indicar también que el Paseo de levante, que bordeaba la Cuesta del Sol, se tituló como Isaac Peral (1890).

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