20/09/2016

La foca Monje del Mediterráneo: Una especie singular que habitó nuestras costas hasta la segunda mitad del Siglo XX

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La Foca Monje del Mediterráneo (Monachus monachus) recibe su nombre porque los marineros decían que al verla descansar en la playa, los pliegues de grasa de la cabeza le daban un aspecto similar al capuchón de un monje. El género Monachus, de la familia Phocidae, está compuesto por tres especie de foca monje, geográficamente bien diferenciadas: la Foca Monje del Caribe (Monachus tropicales) extinguida hacia los años cincuenta, la Foca Monje de Hawái (Monachus schauislandi) en peligro de extinción y la Foca Monje del Mediterráneo (Monachus monachus) también en peligro de extinción.

Representan los únicos fócidos que viven actualmente en aguas tropicales. Además de esta característica, debe destacarse el género Monachus porque está considerado como el más primitivo de las focas actuales, habiéndose encontrado fósiles de hace 15 millones de años  con características anatómicas muy similares a las focas monje. Por tanto nos encontramos  ante un auténtico fósil viviente de cuyo antepasado pudieron evolucionar el resto de pinnípedos y colonizar latitudes más septentrionales, lo que hace que sea una joya zoológica.

En cuanto a las características morfológicas y estructurales que presenta esta especie, el estudio presentado por Juan M. Ibáñez en el Congreso Internacional de Cascais (Portugal) resulta imprescindible por la descripción pormenorizada que realiza de todos sus elementos.

 “Un macho adulto puede tener de 2,30 a 3,80 metros de longitud y con un peso de 300 a 320 Kgs. La piel, provista de pelo brillante y corto varía entre el gris negruzco y el gris amarillento, en la cabeza y el cuello tiene marcas más pálidas. El vientre es blanco grisáceo con reflejos plateados o de un tono con diversos grados de amarillo, formando un neto contraste con la parte dorsal. Los jóvenes y las hembras, generalmente más pequeños y menos corpulentos, son bicolores igualmente, de un gris más pálido por encima y de blanco grisáceo por debajo

La cabeza es pequeña y posee unos largos bigotes blancos, extremadamente móviles y táctiles, que le sirven a la vez en el aire y en el agua

Desde el punto de vista de adaptación a la vida acuática, las focas presentan el grado más evolucionado; en tierra son particularmente torpes y pueden realizar sólo movimientos de reptación. En las patas, el extremo libre de los dedos se prolonga más allá del nivel de inserción de las uñas y de la falange distal, que permite un considerable aumento de la superficie del palmeado, con el consiguiente incremento de la eficacia del órgano en la natación.

Las focas avanzan en el agua gracias a las atletas posteriores, que funcionan un poco como la cola de los peces, con batido lateral; la natación es favorecida también por las flexiones del tronco en sentido vertical u horizontal. El aparato respiratorio, aunque conformado para permitir largos periodos de apnea durante las inmersiones (5-20 min.).

Después de una gestación de once meses, la foca da a luz un pequeño, siempre entre agosto y diciembre. El nacimiento tiene lugar en zonas inaccesibles o en el fondo de alguna gruta. El recién nacido pesa menos de 18 Kilos, con un pelaje aterciopelado negro azabache. Es amamantado con mucha frecuencia. La leche de foca es muy rica, y  el crecimiento del joven, que dura de 6-7 semanas es muy rápido”.

La foca monje es conocida desde la antigüedad, era la protegida de Apolo y se han encontrado monedas del siglo V a.C. con su efigie representada.  Aristóteles (384-322 a.C.) la estudió  en su Historia de los Animales y la describe por primera vez. También aparecen referencias en la literatura clásica dentro de “la Odisea” de Homero lo que confirmaba  habitual su observación.

Cuando los navegantes portugueses explorando las costas de África en el siglo XV vieron manadas de focas monjes, comprendieron rápidamente el aprovechamiento que podían obtener de ellas. Las focas eran entonces tan numerosas que la explotación comercial de    este recurso natural  dio lugar al nacimiento  de una próspera industria.

Inmediatamente a su descubrimiento, pudo comprobarse que el dócil carácter de las focas facilitaba su captura hasta el punto que fueron enseguida consideradas como una alternativa a las ballenas en cuanto a fuente de alimento y otros recursos como grasa y piel que se obtenía de ellas y que fueron bien cotizados en Europa siendo esquilmadas entre los Siglo XV y XVI.

El hallazgo del petróleo durante el Siglo XIX, no las librara de la presión humana siendo la principal causa de su regresión la persecución a  la que se vieron sometidas por  parte de los pescadores, lo que les obligará a abandonar su hábitat original en playas rocosas y arenosas a otro de tipo marginal en cuevas y oquedades marinas más resguardadas. La supervivencia de las crías resulta  aquí mucho menor que en las colonias  establecidas en espacios abiertos por lo que se iniciará un progresivo declive demográfico  del que no ha podido lograr recuperarse.  

La foca monje del Mediterráneo es una de las especies en mayor peligro de extinción. Sus poblaciones se estiman en apenas 500 ejemplares en todo su área de distribución mundial. Habitaba toda la cuenca del Mediterráneo y la costa africana atlántica hasta Senegal, con las islas macaronésicas de Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde. Del Mediterráneo Occidental  se extinguió a mediados de siglo XX  del sur de Francia, Córcega, Italia peninsular y Sicilia, mientras que de España  las informaciones parecen indicar que su desaparición tendría lugar a finales de la década de los sesenta y principio de los setenta. Actualmente, sólo sobreviven dos colonias en el Atlántico, la de Cabo Blanco (220 ejemplares) y la de Madeira (unos 25). El resto se distribuye principalmente en el Mediterráneo oriental en costa Turca e islas Griegas. Últimamente se están produciendo frecuentes avistamientos en la costa croata y costas occidental y oriental de Italia, así como esporádicos  en los países del oriente medio, Líbano, Israel, o incluso Egipto. También persisten algunos ejemplares acantonados en la costa norteafricana de Mediterráneo meridional, posiblemente supervivientes de la exigua población libia-argelinomarroquí, estimada en apenas unas pocas decenas de ejemplares, aunque no se dispone de referencias fiables en los últimos años, presagiando su desaparición.

En la primera mitad del siglo XX era abundante en las islas Baleares (todavía en los años sesenta se veía alguna por esta zona) y en las costas de Cataluña, Alicante, Murcia y Almería. En los años treinta y cuarenta del siglo XX, en España se las empezó a acusar de haber provocado la reducción de los recursos pesqueros costeros, desde pescado hasta crustáceos tan valiosos como la langosta. Les pasó lo mismo que a los lobos terrestres. Se les vio como depredadores competidores del hombre, y se dio la instrucción oficial de eliminarlos. De hecho, a la foca monje se le llama también lobo marino. Otros factores que también influyeron fueron, el descenso de recursos tróficos disponibles para la foca, las molestias humanas en sus hábitats de cría, la destrucción de su hábitat, la contaminación costera y la muerte accidental de ejemplares en aparejos de pesca. La foca monje fue desapareciendo a lo largo del  siglo XX, comenzando por las regiones del litoral más llano y poblado (gran parte de Cataluña, provincia de Valencia, Costa del sol) mientras se mantenía por más tiempo en las zonas más escabrosas y deshabitadas, como la Costa Brava y el litoral que va desde el cabo de San Antonio (Alicante) hasta el de Gata (Almería). El desarrollo turístico de la Costa Brava ocasionaría la desaparición de la especie en los años cincuenta, mientras que en el Sureste peninsular la extinción debió tener lugar más recientemente, probablemente por los años setenta según los diversos testimonios recogidos. El último reducto fue en Cabo de Gata en la llamada Punta de la Sirenas, que recibía su nombre por albergar un pequeño grupo de ellas.

Hasta hace poco algunos individuos de la población marroquí ocupaban las islas Chafarinas, lo que  motivó su inclusión en el Catálogo Español de Especies Amenazadas (Real Decreto 139/2011) aunque lamentablemente no se tiene referencias de la especie en los últimos años en este enclave. También últimamente se han tenido citas de avistamientos esporádicos de individuos divagantes en aguas de las Islas Baleares,  Islas Canarias, y de la costa catalana.

En lo que respecta a Águilas no había ninguna colonia de esta especie pero si en Mazarrón, siendo por eso habitual verse en algunas ocasiones en nuestro litoral ejemplares en la Isla     del Fraile y en la Isla de Terreros, habiendo en Cope una cueva y otra en Calablanca que se llaman "Cueva del lobo", lo que nos delata su presencia. Jaime Robles “El Rojo” citando los accidentes geográficos de Cope recuerda como “En el otro extremo de la “Yesera” está la “Cueva del lobo” este nombre se lo pusieron los antiguos pescadores porque en su interior, vieron en ocasiones un lobo marino, que al advertir su presencia, saltaba al agua”.

Las primeras noticas que tenemos de su presencia en nuestro entorno datan del Siglo XIX.

La Paz de Murcia 11/11/1885

Hace unos días, varios pescadores de la villa de Águilas cogieron, después de muchos y penosos esfuerzos, un enorme lobo marino que, pesado, resulto tener algo más de veinte arrobas siendo su longitud de dos metros y algunos centímetros.

La rigurosa investigación que realizo en los años ochenta el Servicio de Vida Silvestre del ICONA, con entrevistas a pescadores de los principales puertos del litoral mediterráneo,  sirvió para certificar el avistamiento de esta especie hasta finales de los años setenta en nuestras costas.

Los resultados dados  para nuestro entorno geográfico los vemos en el siguiente recuadro

 

Lugar

 

Fecha

Numero

 Datos

Isla de Terreros

Indeterminada

         /

Observado algún ejemplar en cueva de la isla

Águilas

1969-1971

          1

Nadando cerca del Peñón

Isla del Fraile

1978-1979

         1

Nadando cerca de la Isla

Cope

1930

         1

Capturado en la almadraba

Cabo Cope

1976

         1

Observado en tierra. Asustado se tiró al mar

El número de encuestas totales realizadas en Águilas fue de treinta y ocho personas, con lo que el resultado final del sondeo que se recoge debe considerarse válido certificándose de esta manera que la especie siguió viéndose regularmente hasta principios de los setenta.

Lo confirma también el hecho de que en otros puntos de la costa de Murcia como Bolnuevo, Cabo de Palos, Cabo Tiñoso han sido documentados avistamientos en ese mismo periodo.

La presencia de la foca monje en nuestro entorno se debió a las características de nuestras costas recortadas y a su litoral sumergido formado por amplias praderas de posidonias, lugar de reproducción de peces y crustáceos que son el principal alimento de su dieta. También el tardío desarrollo urbanístico que tendrá la franja costera de Murcia, que no llegará hasta los años setenta, le permitirá habitar la zona  con relativa tranquilidad habiendo incluso una pequeña colonia establecida en Mazarrón en la isla Cueva de lobos, que se conservó estable hasta finales de los años sesenta. Águilas estaba dentro del radio de acción de los miembros de esta comunidad animal, como una estación intermedia a la que se desplazaban solo para alimentarse, por lo que en algunas ocasiones se producían las observaciones descritas.

Los distintos elementos adversos a los que se vio sometida la especie, provocaron finalmente por su vulnerabilidad su desaparición, perdiendo un agente importante de nuestro patrimonio natural que empobreció nuestra biodiversidad, que además hacía de indicador ambiental de la calidad de nuestras aguas. 

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