15/03/2020

Las consecuencias de la dramática epidemia de Gripe de 1918 en Águilas: Una infección de enorme virulencia

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Una de las epidemias más letales de la historia de la humanidad fue sin duda, por las enormes cifras que alcanzó, la conocida popularmente con el nombre de “gripe española”. Infectó a 500 millones de personas, un tercio de la población mundial de entonces, y mató a entre 50 y 100 millones. Se detectó por primera vez en Kansas (Estados Unidos) en enero de 1918 y se bautizó como española no porque este fuera su país de origen, sino porque, cuando en noviembre llegó procedente de Francia, la prensa le prestó más atención que en el resto de Europa, donde imperaba la censura por la Primera Guerra Mundial.

Se extendió por todo el mundo y aunque se desconoce su tasa de mortalidad, se calcula que falleció entre el 10% y el 20% de los contagiados. No sólo superó en cantidad de víctimas a la Peste Negra, sino que incluso multiplicó varias veces en número a los caídos por la guerra misma. En total, el 2,5% de la población mundial pereció y un 20% sufrió este subtipo del virus de la gripe, científicamente denominado H1N1, que destaca por su extremada virulencia, ya que no solo afectó a ancianos y niños, como suelen hacerlo las epidemias de gripe, sino que muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos sanos. Ni siquiera los animales como perros y gatos estuvieron a salvo. Con un desgarrador índice de contagio del 50%, y síntomas capaces de debilitar y consecuentemente matar a una persona promedió fácilmente, la enfermedad se extendió por todo el mundo en cuestión de semanas.

Los estudios que se han realizado sobre muestras conservadas, han descubierto que el virus causante de la gripe española era un virus de la gripe aviar que sufrió varias mutaciones lo que propicio que pudiera infectar a humanos, transformándolo así en un agente infeccioso letal.

Aunque la guerra no causó la gripe, la cercanía de los cuarteles y los movimientos masivos de tropas ayudaron a su expansión. Los investigadores creen que los sistemas inmunológicos de los soldados se debilitaron por la tensión del combate y los ataques químicos, incrementando las probabilidades de contraer la enfermedad. Un factor en la transmisión de la enfermedad fue la cantidad de viajes de los combatientes. La modernización de los sistemas de transporte posibilitó que los navegantes propagaran más rápidamente la pandemia sobre un abanico más amplio de comunidades. Por entonces, todavía no se habían descubierto los antibióticos. En su mayoría la gente que murió durante la pandemia lo hizo por neumonía causada por bacterias oportunistas que infectaron a quienes la gripe había ya debilitado. Sin embargo, una parte de los afectados por la epidemia murieron apenas unos días después de que se les manifestaran los síntomas de la enfermedad, víctimas de una neumonía vírica más grave, originada por la misma gripe, que dejaba sus pulmones completamente encharcados de sangre o líquido. 

Investigaciones posteriores han buscado las causas de la alta mortalidad de la gripe española. Las hipótesis sostienen que este virus mataba a sus víctimas mediante una hypercitoquinemia o “tormenta de citocinas”, una reacción inmune exagerada ante un tipo patógeno altamente peligroso. Las citocinas son proteínas de control que ejercen una función reguladora en las células que las producen. Entre otras funciones, dirigen a las células inmunitarias al lugar de la infección, y a veces las inducen a producir más citosinas para reclutar más células inmunes. Durante una “tormenta de citoquinas”, una retroalimentación positiva repetitiva se produce a causa de la presencia del subtipo H1N1y se pierde el control que normalmente el organismo ejerce sobre la misma, con lo que muchas células inmunes se concentran en un solo lugar, dañando los tejidos a causa de este proceso y provocando una gran respuesta inflamatoria. Si se produce en el sistema respiratorio, como se daría en la gripe española, obstruiría las vías respiratorias pudiendo causar la muerte. Este mecanismo explica por qué la gripe española también mató a gran cantidad de personas que no se encuentran normalmente entre los grupos de riesgo de esta enfermedad, siendo la mayoría adultos jóvenes entre 15 y 35 años.   Las crónicas describen ente los principales síntomas “fiebre de 40 grados, dolor agudo en la cuenca de los ojos, en los oídos y en la zona lumbar” además de los típicos de la gripe: fiebre alta, tos, cansancio, dolor corporal y en algunas ocasiones diarrea y vómitos. Había también otros menos corrientes como dificultades para respirar (por inflamación y hemorragias en los pulmones), hemorragias nasales violentas, que completan el cuadro clínico que acompaño a esta enfermedad.

Uno de los lugares donde la gripe tuvo una especial virulencia fue en la localidad de Águilas, como refieren muchos testimonios de personas mayores de la población. Hubo incluso familias enteras que sucumbieron a la pandemia. Los contagios se iniciaron acabado el verano, siendo el primer fallecido el joven de dieciocho años Miguel Calvo Valera de la Marina de Cope. Al día siguiente morirá un párvulo de ocho años, Gonzalo Cuadrado, de la calle del Niño en el cabezo del Molino. La propagación será rápida, especialmente por los barrios pobres (Asperillas, Sagrera, Puerto Poniente. La solución a nivel popular era la de beber alcohol como medida antiséptica. El elevado número de enfermos obligará al consistorio aguileño a tomar medidas de urgencia entre las que estaban el cierre de lugares públicos cubiertos, como los teatros o las escuelas. Durante el periodo que duró la enfermedad, la autoridad municipal pidió al cura párroco que se eliminara el toque de campanas fúnebres como se hacía en aquella época, pues con su sonido continuo producía consternación entre los habitantes de Águilas, aumentando la pesadumbre.  Incluso, desde el consejo de ministro será abordado el problema sanitario del municipio, haciéndose una petición al ministro de Gobernación Maura para que preste socorro. Las noticias que vendrán de afectados en la población resultarán ciertamente alarmantes.

El Siglo futuro 14/9/1918

“En Águilas continúa extendiéndose la epidemia gripal, la que alcanza grandes proporciones.

Los atacados pasan de mil y los médicos son insuficientes para tanto enfermo.

El Ayuntamiento ha ofrecido pagar a las enfermeras que se presenten.

Hay muchas víctimas y reina gran consternación”.

No pararán los siguientes días de aumentar los casos por no haberse recibido el equipo médico necesario habiendo complicaciones serias entre los enfermos ante la falta de medicamentos con los que tratarlos.

Heraldo de Madrid 19/9/1918

En Lorca y Águilas se ha presentado el tifus exantemático, y los médicos tropiezan con que se carece de sulfato de quinina para combatirlo.

A Águilas no ha llegado aún el material de desinfección, a pesar de que el inspector de Sanidad dijo que se había enviado.

Las mercancías procedentes de Águilas estarán sometidas a un control sanitario preventivo.

 

El Tiempo 28/9/1918

Ayer llegaron a esta, procedente de Águilas, un vagón de trapos y otro de carbón vegetal.

El vagón de trapos ha sido reexpedido a Águilas y el de carbón será desinfectado preventivamente.

Para el mes de octubre, el balance total será de sesenta y ocho personas fallecidas. En octubre se produce un repunte de la enfermedad, debido al enfriamiento del ambiente al cambiar las temperaturas con la llegada de la estación otoñal. Los periódicos diariamente iban apuntado el número de defunciones que se producían en la localidad, levantando el pánico. La situación de emergencia de Águilas obligó a levantar un hospital de campaña donde atender a los numerosos infectados, donando el ministerio de guerra tres tiendas y ochenta colchones. Habrá una reunión de notables del pueblo que convocó la alcaldía, donde se formará una Junta de Beneficencia destinada a recaudar donativos para socorrer los numerosos enfermos desvalidos, aplicándose medidas de carácter higiénico y desinfección en espacios públicos como las empleadas en las principales capitales, de debido cumplimiento, prescritas por el doctor Alejandro Santamaría. Hubo, además, prohibición de velar a los difuntos, siendo conducidos al cementerio sin demora. Esto resultó fundamental para controlar la epidemia, recaudándose además cinco mil pesetas entre los distintos colectivos de la localidad para atender a los enfermos sin recursos. La enfermedad se mantuvo dos meses más, aunque estabilizada en unos niveles normales, frente a la virulencia que había tenido en septiembre y octubre.  Las cifras definitivas, una vez superada la epidemia, arrojan más de mil infectados, produciéndose un total de ciento treinta defunciones. Esto lo convierte, después de la guerra civil, en el principal episodio del Siglo XX que influirá en el índice demográfico de la localidad, iniciando un declive que perdura hasta los años sesenta.

El cambio de la denominación de Pandemia por la OMS (2009) donde se retiraba la condición de producir un número superior de muertes estacionales al habitual, siendo sólo su requisito la rapidez de su propagación frente a la gravedad, ha provocado que en estos últimos años hayamos tenido dos. La gripe A (H1N1) en 2009, sin apenas incidencia en la población, retirándose los patos del estanque del Robles Vives, aunque hubo inconvenientes relativos al carnaval por la prohibición de exportar plumas de ave y el  COVID-19. Este último, por su incidencia, ha requerido medidas drásticas con la suspensión del mercado semanal, cierre de centros públicos (colegios, biblioteca, museos, polideportivo), además de residencias de la Tercera Edad como medida contención el día doce de marzo. La población ha tenido cierto pánico, haciendo acopio de alimentos en grandes superficies, vaciándose los estantes, produciendo desabastecimiento temporal de productos de primera necesidad. Un hecho destacado ha sido el desplazamiento de ciudadanos de Madrid, que ante la cuarentena en su lugar de origen se han trasladado a su residencia de veraneo en Águilas los días precedentes, pudiendo suponer un problema sanitario para la ciudadanía. La alcaldía, ante esta situación, emitió el mismo día un comunicado en rueda de prensa con las medidas de prevención que debían realizarse, informando a los que se hubieran desplazado desde puntos infectados que debían practicar la cuarentena. Protección Civil, la pasada mañana del trece, recorrió Calabardina con sus vehículos para comunicarlo por altavoces. Las televisiones de ámbito nacional han destacado este aspecto, apareciendo la alcaldesa en las principales cadenas.  En una decisión sin precedentes, se ha decretado primero el aislamiento de los puntos costeros de Murcia por el Gobierno Regional de López Miras y luego la situación de Alarma Nacional en todo el país por el presidente Pedro Sánchez, por un periodo de quince días. El Consistorio local ha creado una Juan Local de Seguridad por la urgencia del momento con los cuerpos de seguridad. No se sabe la repercusión, ni las consecuencias históricas que esta resolución puede suponer. La historia, como siempre, puede servirnos de maestra, encontrando que las medidas higiénicas y de aislamiento son el método idóneo para poder hacer un control efectivo, no olvidándose la desinfección de objetos y lavarse las manos. Recordar que estamos ante una nueva epidemia, que no será la última. Lo importante será siempre que el alarmismo de los medios de comunicación no supere a la propia infección, como en muchas ocasiones ha ocurrido, aunque deben tomarse las lógicas precauciones. Esperemos que las consecuencias, esta ocasión, sean lo más leves posibles y la población se vea lo menos afectada posible.

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