Comienza un nuevo año y con ello llegan las nuevas proposiciones, nuevos retos, promesas por cumplir y logros que conseguir. Personalmente, me he propuesto retomar estos artículos para dar a conocer en algunas ocasiones la ciencia criminológica, en otros determinados sucesos y por último reflejar la realidad policial o criminal desde la perspectiva del cuerpo de seguridad al que pertenezco.
Las funciones de la policía local son mucho más amplias de lo que podría creerse, produciéndose una gran incoherencia precisamente en esa multiplicidad de funciones, ya que es el cuerpo de seguridad al que la ley le otorga menos funciones específicas, o al menos con una importancia menos trascendental desde un punto de vista puramente policial o de seguridad. Sin embargo, aun cuando un gran número de personas nos llaman los municipales con connotaciones despectivas, incluido algunos miembros de otros cuerpos que nos creen completamente subordinados a ellos, la realidad del día a día pone a la policía local o municipal como uno de los cuerpos a los que se les exige unas funciones muchísimo mayores de las que realmente tiene asignadas por la anacrónica ley 2/86 sobre fuerzas y cuerpos de seguridad, y que hoy día, por la apuesta en seguridad de las ciudades, somos la mayoría de veces el primer cuerpo policial en llegar a los servicios de urgencia.
El principal motivo de esa absorción de competencias impropias es consecuencia de la carencia de medios personales de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado o de los servicios técnicos correspondientes, lo que ha derivado en que las policías locales sean una especie de cajón de sastre que están para todo cuando conviene, pero para nada cuando lo que corresponde es colgarse medallas.
Hace poco tiempo, una compañera de las últimas promociones comentó que quedó sorprendida al ver el trabajo que se desempeñaba en la Policía Local de Águilas, pero hay que puntualizar que la sorpresa fue grata, no vayan a pensar mal, y lo dijo desde un punto de partida inicial coincidente con numerosa parte de la ciudadanía que tiene un concepto negativo de este cuerpo.
Aunque afortunadamente esta percepción está variando y no es tan exagerada como hace años, aún sigue siendo el cuerpo policial peor valorado. No es sólo corporativismo la visión que tengo de cómo cada día se trabaja más y mejor en la Policía Local, pero reconozco que como institución se debe de trabajar en cambiar la concepción que muchos ciudadanos tienen sobre nosotros, ya que como dice el refrán, no basta con ser honrado, sino que también hay que parecerlo.
El primer hándicap para cambiar esta percepción es que existen multitud de cuerpos de policías locales, con sus jefaturas, sus protocolos, sus instrucciones, etcétera, teniendo igualmente sus propias leyes de coordinación a nivel autonómico, lo que provoca una total disparidad de criterios. Los derechos, deberes y funciones se encuentran recogidas en la ley 2/86 de coordinación de fuerzas y cuerpos de seguridad (personalmente totalmente desfasada y anacrónica para el verdadero trabajo policial que a día de hoy se desarrolla), pero esta no unifica la forma de selección, estudios, denominaciones, méritos, especialidades, etcétera etcétera, dejando a juicio de cada autonomía y cada ayuntamiento determinadas materias, lo que hace que haya una disparidad de criterios en el desarrollo del trabajo policial.
Los últimos datos a los que he tenido acceso son del año 2015, y en ellos el Registro de Entidades Locales establece que sólo en 1.700 municipios, de los más de 8.100 que hay, existe cuerpo de policía local, habiendo sólo setenta en los que hayan plantillas superiores a 100 funcionarios, ochenta entre 60 y 100, cien entre 30 y 60 agentes, cuatrocientos cincuenta entre 10 y 30 policías, y unas mil entre 1 y 10. Pensando que cada municipio saca sus propias oposiciones, que las características de cada municipio son diferentes, y que están dirigidos y gobernados por distintas personas, puede dar una clara descripción del principal problema para actuar en subir la valoración de la Policía Local como institución.
Esa gran variedad de policías locales hace que este cuerpo sea un tipo de reino de Taifas en el que no existe un criterio uniforme con en el que guiarse, no habiendo una línea de trabajo unificada que establezca una homogeneización en la actuación policial. Creo firmemente en la necesidad de una ley, reglamento o normativa correspondiente, en la que se afronte la realidad funcional de la policía local y se establezcan unas funciones y competencias según las propias condiciones del municipio. Esta legislación regularía los exámenes de acceso, evitando criterios subjetivos que faciliten el acceso de determinados opositores, unificación de criterios formativos en las academias policiales, mismos medios técnicos en materia de armamento, imagen corporativa, denominación del orden jerárquico, establecimiento de ratios mínimas, etcétera etcétera… Es cruzar de comunidad autónoma, e incluso de municipio, y encontrar uniformidad, imagen de vehículos, dotación policial o capacidad funcional totalmente distintas.
Otra valoración negativa tiene que ver con las propias competencias que tienen asignadas actualmente, que entre muchas otras conlleva el cumplimiento de las ordenanzas municipales, que regulan la convivencia, así como la vigilancia y control del tráfico en vías urbanas, o lo que es lo mismo, las denuncias por mal estacionamiento en el pueblo o ciudad donde trabajen, por deficiencias en la documentación del vehículo o por cualquier cosa relacionada con la circulación vial, por lo que la actuación en esa materia (exclusive la policía local) acaba en la desagradable circunstancia de tocar el bolsillo de los ciudadanos, hecho que a nadie gusta.
Sin embargo, también es necesario hacer autocrítica y no sólo desviar responsabilidades a otros, ya que en muchas ocasiones somos los propios policías locales los culpables de que esa percepción no mejore. El corporativismo no debe de existir en esta materia, debiendo criticar las actuaciones policiales que no sean correctas, reprochando cualquier trato inadecuado al ciudadano conforme el momento y circunstancias concretas, así como estableciendo medios adecuados y directos de información a los responsables para que el ciudadano tenga fácil acceso a los mandos policiales o responsables políticos para comunicar cualquier posible actitud contraria al código deontológico con el que tiene que regirse cualquier miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad.
Como en cualquier profesión, en la policía local hay buenos y malos trabajadores, si bien puedo decir, muy orgulloso de ello, que sin duda alguna que la inmensa mayoría forman parte del primer grupo. En esta profesión las pocas conductas abusivas, irrespetuosas o incorrectas que en ocasiones algún compañero puede dar al ciudadano, repercuten en la visión general del cuerpo, por lo que se debe ser especialmente cuidadoso en el trato personal, ya que ello repercute directamente en el mantenimiento del principio de autoridad, principio que se pierde cuando uno no es ejemplarizante o, al menos, mantiene los mínimos de educación y ética que deben regir en la vida cotidiana. Sigamos trabajando como se hace actualmente, sigamos mejorando el concepto que se tiene de nuestro cuerpo policial con trabajo, respeto, ética y profesionalidad, y demos a conocer nuestro trabajo diario para mejorar el concepto de una institución fundamental en el orden, seguridad y tranquilidad social.
Juan Domingo Guerrero